Kobis en el mar de hielo

Estaba tranquilo en mi refugio de corales y de pronto...

- ¡KOBIS! ¡KOBIS! ¡KOBIS!, Rosita me llamaba desde muy, muy lejos.

Apurado, nadé y nadé buscando a Rosita.

El mar se volvió oscuro, pero yo seguí nadando y nadando. El mar se puso muy frío, pero igual seguí nadando hasta que se volvió a aclarar.

¡Y allí estaba Rosita! ¡Rodeada de muchos cubos gigantes de hielo!

¡NO PODÍA SALIR!

¡ESTABA ATRAPADA!

Temblaba por el gran susto, tanto que movía el agua y los cubos de hielo de acá para allá y no la dejaban pasar.

Kobis y Rosita en el mar de hielo


Con valor, bajé hasta el fondo del mar, y con todos los hielos flotando sobre mi cuerpito, llegué hasta donde estaba Rosita.

- ¡Sígueme, yo te salvaré!, le dije.

- ¡A nadar! ¡A nadar! ¡Vamos!
Y despacio, fuimos saliendo de entre los hielos.

Llegamos a un lugar en el que descansaban muchas tortugas.

- Kobis me salvó, les contó. Ahora voy a viajar con ustedes.

Sabiendo que ahora Rosita no iba a meterse en más problemas, regresé a mi tranquilo refugio de coral.

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